viernes, 21 de febrero de 2014

De cómo no enamorar con poesía

A usted que me curva la sonrisa y los tequieros. A quien desearía poder aterrizarle en la parte interna de los parpados, de los párrafos. A usted a quien quiero de manera absoluta, aunque a usted le sea absolutamente indiferente.

A usted que ni siquiera sí decide quedarse podría escribirle algún verso decente porque sería demasiado feliz para ser poeta.

A usted que con un solo beso genera cortos circuitos en mi sistema nervioso, que con una caricia hace disfuncional mi sentido del tacto, y con un “te quiero” … bueno usted con un “te quiero” lo lograría todo.

A usted que tiene un millón de otoños muertos entre cada pestaña, y todas las primaveras del mundo entre sus labios, su sonrisa.

A usted que leyó esto, le pido el favor y de antemano le agradezco que a pesar de estos 4 párrafos, aproximadamente16 comas y 9 puntos, dos tequieros y una sonrisa
No se enamore de mí, porque sería demasiado feliz para ser su poeta.



«Miércoles 9 de octubre 2013»

miércoles, 12 de febrero de 2014

De amores platónicos

Seamos sólo un dulce amor platónico, no te toco, no me tocas. No te hiero, no me hieres. Ni me alejo, ni te acercas. Sólo la distancia necesaria para seguir sintiendo esto por tí. No te amo, no me quieres. Pero me importas. No te tengo, no me tienes. Y así el dulce amor platónico nunca se acaba, y si se acaba, no lo sientes.

miércoles, 5 de febrero de 2014

De cafés.

Podría hablar de café, a la gente le gusta el café, el café recién tostado y molido es tan sensual, una taza de café por las mañanas es estimulante y si se bebe en compañía de “ese alguien ” resulta afrodisíaco y excitante. Podría hablar de café, caliente, aromático, bien cargado y dulce. Una taza de café que te despierte o te ponga a soñar en unos brazos. Podría decir tantas cosas y compararlo con el amor, con el sexo, con el llanto o la lluvia, pero me limito a probarlo, a beberlo, a revolverlo con té y jugar a adivinar el futuro con el asiento arenoso que deja al fondo de la taza. Podría hablar del café, pero me limito a escribir del otro. De ese que es profundo e hirviente, de ese que acelera mi corazón y pone a volar mi mente. Ese que quiero me encierre, me apachurre, me desnude, me acaricie. Ese café que pone a temblar mis piernas y me dilata las pupilas. Ese café no liquido ni molido, sólo tostado y perfecto. El de tus ojos amor, el de tus ojos.

sábado, 1 de febrero de 2014

Hoy...

Me recosté y me puse a leer todas esas notas y cartas que te he escrito, todas y cada una de ellas; las medité, y sin mucho que pensar, acepté que no sólo me gustas, y que no sólo te quiero, sino que mi sentir va más allá de lo que pudiera expresar, aún con el léxico más amplio del mundo entero.

Porque cuando digo que te extraño, hablo no sólo de tu presencia, sino de todas esas cosas que implica estar contigo, el estómago hecho remolino, la cabeza a punto de explotar, el corazón acelerado y mi mirada desorbitada.

Porque cuando digo que te quiero, no me refiero únicamente a estar besando tus labios o abrazando tú cuerpo, ni siquiera hablo de acariciar tus mejillas. Hablo de escucharte, molestarte, a picar tú panza y reír como locos, a rayar tus libretas y escribir en ellas notitas como niña pequeña.
Cómo me gustaría darte a entender todo esto, pero necesitaría de toda una eternidad para poder darte una pista de cuánto te quiero, de cuanto me encantas y de lo mucho que quiero estar y ser contigo.